Yo no sé ganar batallas,
no recuerdo haber derrotado jamás a nadie.
Yo no sé medir mis fuerzas,
si he de medirlas contra otro/a, se aflojan.
Yo no sé armarme,
ni el valor siquiera, en mí, se arma.
Yo no sé luchar contra viento y marea,
ambos, compinchados, suelen tragarme.
Yo no sé escalar montañas,
a lo sumo, encuentro senderos.
Yo no sé ir al combate,
me agota tener la espada en alto.
Yo no sé cavar trincheras,
enseguida se llenan de barro y lodo.
Yo no sé morir con las botas puestas,
más bien camino descalza.
No comprendo la gloria del vencedor,
empatizo siempre con el que ha perdido.
Yo no sé crear alianzas en contra,
per sé, las alianzas están concebidas para unir a todos.
Yo no sé asimilar el amor con el puño,
sólo amo la mano abierta que caricia.
Yo no sé decir no siempre,
mis labios han descubierto el poder del sí.
Y sí.
Yo sí se ganar en la alegría,
medir mis risas con otros,
amar y amarme con valor,
volar con el viento y nadar en la marea,
admirar las vistas desde la cima de las montañas.
He aprendido a fundir mis espadas
y a cavar hoyuelos en la tierra para ofrendar tesoros.
Quiero morir sin peso en los pies, en la gloria de la calma,
con las manos enlazadas con quien me vele en ese último suspiro,
agradeciendo la caricia y el amor de aquellos seres, tan humanos,
cuyos labios también se sorprendieron pronunciando sí.
Abril 2016